sábado, 22 de octubre de 2011

PARA RUTH Y JOSE, LOS NIÑOS DE HUELVA

Esta mañana observaba cómo dos niños de corta edad jugaban de forma alegre y jovial junto a sus padres. Estos permanecían atentos en todo momento a los movimientos de sus hijos. Yo leía las noticias en internet y una de ellas indicaba que el juez ha enviado a prisión incondicional al padre de Ruth y José, los dos niños de Huelva que desaparecieron hace ya dos semanas, mientras jugaban en un parque de Córdoba. Permítanme indicar que no me creo la versión del padre, aunque prefiero no opinar. La cuestión es que, mirando al niño y a la niña que tenía frente a mí, pensaba en que se tiene que estar completamente tarado para ser capaz de acabar con la vida de un hijo con el fin de vengarse y “matar” de dolor a otra persona. Espero que no se cumplan los peores presagios y, por supuesto, mantengo la esperanza de que Ruth y José aparezcan pronto. Con vida.

GADAFI: PUNTO FINAL


La primavera árabe sigue dando pasos firmes y llenos de esperanza hacia un futuro que, esperemos, venga repleto de éxito. De momento, después de lo que aconteció en Túnez y Egipto, también observamos la caída del régimen dictatorial de Gadafi en Libia. Quizás muchos esperábamos que el final llegara de otra manera. Con menos violencia y con el derrotado dictador sentado en el banquillo de los acusados. Pero no ha dado tiempo. Seguramente fue ejecutado. Quizás no sepamos nunca la verdad sobre lo que pasó en los últimos instantes de la vida del coronel. La realidad es que, muerto Gadafi, las tropas rebeldes y el gobierno en funciones tienen ahora una oportunidad única para implantar en Libia la libertad y la democracia por la que han estado luchando.

Por supuesto, no voy a entrar en valoraciones acerca de las tropas de la OTAN y de la intervención de occidente en la guerra de Libia porque siempre acabo preguntándome por qué se interviene en países donde hay intereses económicos y no se hace en otros donde no hay petróleo ni gas.

EL COMUNICADO DE ETA


Después de décadas soñando con el fin de la violencia, la banda terrorista ETA anunció el cese de la actividad armada. Gran noticia que, aunque acogida con alegría y esperanza, ha sido valorada de diferente forma por cada uno de nosotros. Eso sí, todos coincidimos en que se ha dado un gran paso y en que ha llegado el momento de aprovechar la nueva situación para alcanzar la paz definitiva y el final de un conflicto que se ha cobrado ya muchas víctimas.

En cualquier caso, como siempre, vamos a encontrar opiniones para todos los gustos. Para unos, es el final de ETA. Para otros, se trata solo de una estrategia para rearmarse y reorganizarse. Además, no debemos olvidar que en noviembre hay elecciones generales, es decir, un momento clave para captar votos que pudieran introducir a los terroristas y a sus seguidores en las instituciones públicas y políticas.

Particularmente, considero que el comunicado de ETA se ha quedado corto, puesto que los terroristas no hacen alusión alguna a la disolución de la banda y a la entrega de las armas. Tampoco se pide perdón a las víctimas, a sus familiares y a toda la sociedad por el dolor y por los daños causados. Soy escéptico. Sí, soy escéptico porque no sé si el comunicado es sincero o se trata solo de una infame estrategia propagandística. Por otra parte, sí tengo claro que, aunque haya finalizado la lucha armada, el conflicto sigue vivo. Espero que en el futuro no tengamos que lamentar un retorno a la época del terror, de las bombas y del tiro en la sien. Ese es el deseo de todos.

Llegados a este punto, me gustaría ofrecer mi punto de vista. Sé que mi opinión importa poco y que no va a influir absolutamente en ninguna persona que pueda leer este artículo. Tampoco lo pretendo.

No soy independentista, pero creo en la libertad. En la libertad de las personas. Y en la libertad de los pueblos para elegir su futuro y su destino. No creo en banderas. Tampoco en fronteras. Y mucho menos en patrias impuestas. Soy español y me siento orgulloso de serlo. Pero también soy catalán y siento el mismo orgullo de haber nacido en Catalunya y de vivir en esta tierra. Solo disfruto de banderas e himnos nacionales cuando veo competiciones deportivas. Yo también canté aquello de “yo soy español, español, español” cuando Iniesta marcó el gol que dio a España su primer Mundial de fútbol. Al mismo tiempo, me emocionó ver a Puyol y a Xavi con la senyera catalana. Por el contrario, detesto esas banderas y esos himnos cuando se presentan en desfiles militares y demostraciones de fuerza y poderío armamentístico.

Pero el problema aparece cuando pronunciamos las palabras autodeterminación e independencia. Todos los pueblos tienen derecho a elegir su destino y a que se respeten su lengua, su cultura y sus costumbres. Y, por supuesto, su capacidad de decidir si quieren pertenecer a otro estado o no. Pero, ¿por qué da tanto miedo un referéndum? Me van a perdonar, pero el argumento de que España es España desde siempre no es válido. Y el que piense que esto es así tiene la obligación de leer cómo nace nuestro país. Porque España no es España desde siempre. Además, ¿acaso los romanos pueden reclamar una nueva unión de su imperio? ¿Estamos dispuestos a volver a formar parte del dominio árabe? Las sociedades evolucionan. Y quizás ha llegado el momento en que vascos y catalanes puedan decidir si quieren seguir formando parte de España o no. Y si la mayoría de vascos y catalanes deciden (decidimos) ser independientes, no creo que se acabe el mundo. Por otra parte, ¿ya nadie recuerda qué pasó en Quebec hace algunos años?

miércoles, 5 de octubre de 2011

Y SI NO AMANECE...

(Esta entrada se tiene que leer con un toque de humor)



Vuelvo a estar con fiebre. Y ya es la segunda vez en diez días. Y vuelvo a estar encerrado entre las frías paredes de la habitación de un hotel. Esa soledad que a veces me encanta, cuando no me encuentro bien, me mata. Dicen que cuando alguien está a punto de morir, toda su vida pasa por delante de sus ojos, a modo de resumen. Quizás son los titulares de su vida. Evidentemente, si dijera que en momentos así veo pasar la vida por delante, estaría exagerando. Pero sucede que, en numerosas ocasiones, empiezo a pensar en qué pasaría si me muero esta noche. En otras palabras, si palmo, ¿qué? No quiero ni pensarlo, con el montón de cosas que me quedan por hacer en esta vida. Pero un escalofrío me recorre de pies a cabeza cuando imagino mi cuerpo inerte sobre la cama. Y me da por pensar en todas las personas que quiero. ¿Sigo? Se nota que no me hace demasiada gracia el tema de la muerte, ¿verdad? Me voy a tomar otro ibuprofeno y me voy a dormir. En un instante estaré mejor, dormiré como un angelito y seguro que mañana podré ver cómo amanece. Y si mañana no amanece para mí, os prometo que no estaba ni preparado ni previsto.