sábado, 27 de julio de 2013

“VILLANOS TE MATEN, REY, VILLANOS, QUE NO HIDALGOS”


Y partió. Se fue sin decir adiós. Ni una lágrima. Ni un lamento. Ni una palabra de desaliento. El tormento y la decepción ardían en su interior como tea en aquellas medievales noches sin luna. Pero por su honor y por el de aquel al que había considerado su amigo, que se creía rey y no llegaba a ser villano, prometió guardar silencio. Y se alejó. Firmadas las capitulaciones necesarias y habiendo jurado lealtad eterna a su patria, a su bandera y a su Señor, el fiel caballero embarcó rumbo a aquel nuevo mundo que esperaba encontrar allende los mares, y que siempre había dibujado sobre las tierras de la meseta castellana.

Días antes, el ínclito y sempiterno capitán Estrada, su capitán, sin poderes episcopales, pero con firme convicción religiosa, deseó que la fortuna obrara milagros si el caballero tropezaba con las piedras de la mala suerte:

- De intrépidos soldados, de fieles caballeros y de honorables hidalgos nunca andaremos sobrados. Espero de corazón, soldado, que su decisión no sea en vano. Las puertas de Castilla, de Aragón y de España se mantendrán abiertas de par en par esperando su llegada con buenas nuevas. Que Santiago, nuestro patrón, le proteja allá donde las huellas de sus pasos queden marcadas. Y espero que la razón y también su corazón sean capaces, con cordura, de alumbrar su camino.

- Cuando se rompen los códigos, mi capitán, y se traiciona a un hermano, solo quedan dos salidas: campo de batalla, espada y armadura; o alzar el vuelo en busca de mejores y más leales compañías. No seré yo el que hable de lo bueno y de lo malo. Pero, como Rodrigo y aquel “buen” rey castellano, tampoco besaré la falsa mano de aquel que quebró compromisos fraternos.

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(*) El título de esta entrada está formado por dos versos del Romance de Santa Gadea de Burgos (http://www.youtube.com/watch?v=taNlpJtH104).


José Antonio López Arilla © 2013