sábado, 16 de agosto de 2014

CUANDO NOS VOLVAMOS A ENCONTRAR

"El tango del amor", obra de Leonid Afremov
Ocurre en esos efímeros instantes en los que la razón se vuelve gris como las nubes que envuelven la celda desde donde escribo estas palabras cuando te pienso. Y es entonces también cuando te imagino frente a mí en un baile improvisado. Sobreviviré. Suena la canción que me dibuja en tus pensamientos cada día que no estoy frente a ti y sueñas con un beso mágico que te regale realidad y que rompa la distancia que esculpe abrazos inviables.

Distintos y diversos. Imposibles y lejanos. Lágrimas de alegría. Silencio roto por el llanto jovial de una madrugada de agosto en la que la lluvia acompañó unas palabras que retrataban un futuro incierto que fue escrito en un pasado que nunca será lejano por estar envuelto de presente. Y escribes “cuando nos volvamos a encontrar” en un papel que luego guardas en tu cuaderno de los secretos inconfesables.

Una dama valiente, princesa de América, en aquella finca bañada en un mar de plantas de café, lee en silencio un libro cuyo autor nunca pudo imaginar aquellos momentos de buscada soledad, pues solo así podía regalar libertad a su siempre juiciosa razón.

Desde mi celda te pienso...
Contemplo a través de la claraboya de mi docta mazmorra cómo el viento trata de arrancar con violencia los árboles que rodean esta ineludible fortaleza. Viento, dije. Viento que se alía con el tiempo para intentar, de forma infructuosa, borrar las huellas de un sentimiento indeleble. Entre las nubes, un rayo de sol se abre paso para iluminar lo que escribo. Contemplo, medito, te pienso y me pierdo de nuevo en las reflexiones vespertinas que, pese a tu ausencia, protagonizas con tu voz y con tu mirada.

Imaginé por un momento que te habías marchado…


José Antonio López Arilla © 2014