jueves, 14 de febrero de 2013

VIENTO DEL SUR


¿Y qué hago si me sobran los lamentos y me falta el aire? ¿Cómo ahogar los gritos del silencio de este llanto que me condena a perderte, si es la muerte quien se ofrece a perseguir los pasos que dejé marcados en aquel sendero oscuro que me llevó al destierro? Reiré solo cuando a lo lejos te vea llegar, lloraré cuando tu silueta se confunda entre la gente y ya no sea capaz de reconocerte entre la muchedumbre que te envolvió para apartarte de mí. Y vuelta a empezar. Aquel mal sueño, aquella pesadilla, aquel infausto malestar que siempre se apoderaron de mí en días aciagos vuelven a renacer entre las cenizas de los fuegos eternos que los vientos del sur, cada vez más gélidos, intensifican. Y moriré por ti si no muero antes intentando alcanzar la orilla. Y si antes muero, volveré desde la distancia eterna para encontrarme contigo, fundirme así entre tus deseos, y morir de nuevo en el adiós sin voz que estaba escrito. Y una vez más, como siempre, prometeré no cantar victoria sin haber celebrado antes mil derrotas.


jueves, 7 de febrero de 2013

"LOS HOMBRES NO LLORAN"


Cuando los miedos que se esconden en las cavernas del olvido afloran al descubrir que dudo y que me ahogo en aquel mar de inseguridad, pleno de sargazos que me atan al fondo oscuro de un pasado que no puedo borrar, es entonces cuando se pone de manifiesto que soy como el tipo aquel al que nunca me quise parecer. Y entonces me pregunto los motivos de mi inquietud. Y miro hacia atrás cuando realmente solo quiero alcanzar la línea del frente. “Los hombres no lloran”, dijo. Pero sus ojos grises, fríos, tristes, casi cerrados, no disimulaban el llanto que brotaba como manantial alpino y que mostraba las huellas de una derrota cruel e inesperada. Sentado en la barra de aquel bar de carretera, mientras sonaba la última canción que bailó con la mujer que robó su amor, su alegría y su ilusión, aquel hombre que un día fue alguien y hoy es un don nadie para los demás, mostró su fragilidad al mundo y lloró de forma desconsolada hasta que, ebrio y vencido por el desaliento y la apatía, durmió hasta morir. Una noche más se ahogaba en su propio mar de dudas y porqués. Y aquel viento del sur que soplaba con fuerza y se colaba por mi ventana me trajo los recuerdos de siempre, que nunca olvidé, y otra vez los malditos fantasmas me susurraron firme y tenazmente que mis virtudes son escasas y numerosas mis miserias íntimas. Y como nunca me gusté, y como siempre me avergoncé de ser como soy, decidí recoger mis pertenencias, arriar la bandera de la mirada en la que quise habitar, y buscar de nuevo el camino que nunca quise tomar, pero que siempre me perteneció.