domingo, 13 de abril de 2014

MADRUGADA DE SUEÑO Y ENSUEÑO

¿Solo fue un sueño?”, me preguntaba al despertar aquella mañana de nostálgica melancolía.

De día y de noche, sigues siendo, una vez más, aquel sol de madrugada al que siempre me refiero y que aparece para recordar lo que fuiste. La luz de las estrellas no brillaba más que tu mirada cuando, emocionada, me desarmabas recorriendo mi cuerpo con tus pensamientos escondidos. Aquellos que tú creías que no percibía.

¿Me sigues deseando?”, vuelvo a preguntarme. Solo fue un sueño, sí. Un sueño que estuvo a punto de hacerse realidad. Que se hará realidad. Algún día. ¡Quién sabe! Pero solo un sueño. Un sueño deíctico. Hoy. Aquí. Sin más.

Las reflexiones de un excéntrico poeta despistado y descuidado se revuelven y se mezclan con la obligación de ser más sabio y el vano intento de ser mejor persona. Una lucha continua, permanente y siempre presente, de naturaleza infame. Un compromiso interior que se debate entre el deber de ser fiel a sí mismo o el tributo vital de ser fiel a los demás. Pero sigue siendo un sueño.

Un sueño porque te sigo buscando. Un sueño porque te voy a encontrar. Un sueño porque nunca te fuiste. Un sueño porque volverás.

Amanece y sigo respirando, pero no estás a mi lado. Amanece y muero porque te extraño, y pienso de nuevo que solo pudo ser un sueño. Amanece y cierro los ojos para escribir en un papel imaginario el guion de nuestras historias vividas en eternas madrugadas efímeras. Amanece. Amanece y este lecho helado solo extraña tu cuerpo, aunque nunca te tuvo. Pero un deseo constante te piensa y te sueña.

Sabe el cielo que dos caminos se cruzaron de forma clandestina allá donde el horizonte difuminaba la luz crepuscular de nuestros anhelos. Una pasión pendiente sin más pretensión que alcanzar la felicidad del par de seres yuxtapuestos que guardaban en un bolsillo el dos de corazones.



José Antonio López Arilla © 2014