domingo, 26 de mayo de 2013

PALABRAS ESCONDIDAS


Sientes que se agotan las palabras. Y el reloj que marca mis días se detiene. Y observas cómo la vida, tu vida, vuelve a sentarse en la plaza de los tiempos, allí donde contempla la salida del sol y de la luna, en aquel lugar donde todos caminan sin sentido. Y vuelvo a no entender qué sucede cuando mi silencio golpea aquellos sentimientos que nacieron de forma inexplicable, pero que crecieron sin la envoltura de las sombras ni de las dudas eternas que siempre se manifestaban en la soledad de la “noche oscura” que cantaba San Juan de la Cruz: “a oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada”. Y pregunto al silencio, ese que maltrata las heridas y no deja que se cure el alma apasionada, por qué razón, sin merecerlo, cierra el paso a las palabras que brotaban desde lo más profundo del ser que más quería. “Vuelta atrás y volver a empezar”, me susurrabas al oído. Pero no escuché aquella tímida frase porque el viento azuzaba con fuerza las copas de los árboles de aquel bosque en el que quisimos perdernos. Y nunca supe leer en tus labios, a los que adoraba como dioses celestiales en paraíso terrenal. Y ahora que siento que el tiempo se nos va, lamento que las ansiadas palabras sigan escondidas en su guarida inescrutable. Paz. Calma. Silencio. Adiós.

Como en el capítulo anterior…

Nunca es tarde. Tú volverás. Y yo no tendré que mirar atrás porque nunca me fui.


José Antonio López Arilla © 2013

domingo, 12 de mayo de 2013

ANSIADAS NOCHES DE TORMENTA


Intentas borrar las huellas del pasado. Te aferras al destino, al presente y al futuro, a los santos de cartón piedra que lloran las ausencias que martirizan tus adentros. Y quiero no mirar atrás, porque solo puedo alcanzar el horizonte. Que tengo más cerca el futuro que ha de llegar con el paso de los años, que aquel pasado cruel, sin sentido y sin sentimientos, que dibuja en un papel los fantasmas que me saludan cada día cuando tú menos lo mereces. Que te siento cerca, que te tengo aquí.

¡Cuántas preguntas sin respuesta! ¡Cuántas cosas por saber! ¡Cuántos errores ingenuos por no conocer, por no buscar, por no preguntar, por no contar! Y cuando vuelve a aparecer la personalidad del escritor que quiero ser, me siento incapaz de expresar aquello que nada en el mar de dudas que me atormenta. Sin remedio, en noche oscura, el llanto, la pena y el sueño convertido en pesadilla.

Mil noches de tormenta después…

Pero, aunque crees que después de la tormenta siempre llega la calma, sabes bien que no es así. Tempestades del alma brotan desde lo más profundo de su ser y te convierten en el ser más especial que haya podido dar este planeta. Y, como en anteriores ocasiones, vuelves a mirar al cielo y buscas la respuesta. Y rezas. Y adoras la silueta amorosa que te mira, que te sonríe, que te abraza. Calma. Tempestad. Calma. Tempestad.

Y sientes que en la calma y en la tempestad se produce siempre la misma tormenta de caricias que ansías y que navega con viento a favor en el mar de ternura que siempre soñabas. No dudes. No temas. Porque te siento cerca, porque te tengo aquí.