viernes, 24 de agosto de 2012

EL LIBRO DE BUEN AMOR Y LA MUERTE

¡Ay, Muerte, muerte seas, muerta e malandante!
Mataste a la mi vieja, ¡matases a mí ante!
Enemiga del mundo, que non has semejante,
de tu memoria amarga non hay quien no se espante.

Muerte, al que tú hieres llévaslo de belmez
al bueno e al malo, al noble e al refez
a todos los igualas e llevas por un prez
por papas e por reyes non das una vil nuez.

Non miras señoríos, deudo nin amistad,
con todo el mundo tienes continua enemistad,
non hay en ti mesura, ni amor, ni caridad,
sino dolor, tristeza, pena e crueldad.

Folio 3º del manuscrito T del Libro de Buen Amor
Es este un fragmento del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita. La intención del autor no es otra que demostrar que la muerte nos llega a todos por igual, que no hace distinciones de ningún tipo. Da igual cuál sea nuestra condición social, económica, política o personal. A todos nos llega la hora.

Hace algunas noches tuve ocasión de cenar con unos amigos. La tranquila conversación inicial se convirtió poco a poco en discusión pluritemática donde cada uno pudo defender, incluso con vehemencia, su punto de vista. Una de las cuestiones debatidas versó en torno al misterio de la muerte. Después de cuatro horas de intensa charla y pese a que intentamos descubrir el origen de la vida, y de todo, acabamos volviendo a casa sin encontrar la Gran Explicación. ¡Seguiremos buscando!


domingo, 19 de agosto de 2012

CUANDO LLEGA EL FINAL

Domingo, 19 de agosto de 2012. Son las 11:30 h. Sé que es ley de vida. Sé que se nace y sé que se muere. Sé que no queda otra: morir es consecuencia de haber nacido. Sé que es absurdo mantener artificialmente la vida de alguien que ya sin remedio se va. Sé que es inevitable y que posiblemente la muerte es la mejor salida. Pero no por ello podemos dejar de sentir una profunda tristeza cuando esperamos el final de los días de un ser querido. Aquella luz que un día se encendió, hoy se está apagando.

*****

Jueves, 23 de agosto de 2012. 17 horas. Llegó la hora. Se apagó su luz. Y pese a todo, como decía Rabindranath Tagore, "cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando".

*****

Un amigo, Alberto García, me ha ayudado a encontrar unas palabras de Manuel Moyano que dicen así:

"Ya no hay nada que hacer", escuché que decía el médico mientras su mano cerraba suavemente mis párpados. Al principio, tan solo vi oscuridad. Luego, en mitad de la negrura, se abrió un largo túnel: desde su otro extremo me reclamaba una intensa luz blanca. "Así que eso es el Cielo", pensé mientras me deslizaba, como si flotase, entre sus paredes húmedas y turgentes. Una extraña felicidad me invadió. Sin embargo, cuando llegué al final del túnel, lo que encontré no fue un mundo maravilloso, sino otra habitación de hospital. Un gigante me había agarrado de los tobillos y, sosteniéndome boca abajo, golpeaba con fuerza mi trasero. Indignado, intenté pronunciar algún exabrupto, pero de mi garganta no salieron palabras: solo un chillido de recién nacido.


sábado, 18 de agosto de 2012

PARA NO OLVIDAR

Mis tíos y mi padre (traje oscuro), unos cuarenta años atrás
- ¿Cuál es tu nombre?, preguntó el médico.
- Auguste.
- ¿Apellido?
- Auguste.
- ¿Quién es tu marido?
- Creo que... Auguste.
- ¿Qué edad tiene?
- 51.
- ¿Dónde vive?
- ¡Oh! ¡Tú ya estabas con nosotros!
- ¿Es usted casada?
- Estoy tan confundida.
- ¿Sabes dónde estás?
- Aquí y en todas partes. Aquí y ahora. No puedo culparlos.
- ¿Dónde estás?
- Todavía estamos viviendo.

Corría el mes de noviembre de 1901. El marido de la señora Auguste Deter decidió llevarla al hospital dado que había observado como su carácter había cambiado drásticamente en los últimos meses. Ella se mostraba agresiva por cuestiones simples y, además, se sentía perseguida por otras personas. El doctor Alois Alzheimer (1864-1915) estudió a la señora Deter desde aquel día hasta el momento de su fallecimiento en 1906. Las conclusiones del análisis post mórtem del cerebro daban a conocer los síntomas de lo que posteriormente fue denominado enfermedad de Alzheimer. Este es un fragmento del estudio realizado por el neurólogo alemán:


"Uno de los primeros síntomas de la mujer de 51 años fue un fuerte sentimiento de celos hacia su marido. Pronto mostró progresivos fallos de memoria, no podía encontrar su camino a casa, arrastraba objetos sin sentido, se escondía o a veces pensaba que otras personas querían matarla, de forma que empezaba a gritar. Durante su internalización sus gestos mostraban una completa impotencia. Estaba desorientada en tiempo y espacio. De cuando en cuando decía que no entendía nada, que se sentía confusa y totalmente perdida. A veces consideraba la llegada del médico como la visita de un oficial y pedía perdón por no haber acabado su trabajo, mientras que otras veces comenzaba a gritar por temor a que el médico quisiera operarla. En ocasiones lo despedía completamente indignada, chillando frases que indicaban su temor a que el médico quisiera herir su honor. De vez en cuando estaba completamente delirante, arrastrando las mantas de un lado a otro, llamando a su marido y a su hija, y con aspecto de tener alucinaciones auditivas. Con frecuencia gritaba durante las horas y con una voz horrible. La regresión mental avanzó gradualmente. Tras cuatro años y medio de enfermedad la paciente falleció. Al final estaba completamente apática y confinada a la cama donde adoptaba una posición fetal."

Este texto resume perfectamente los síntomas de los enfermos de Alzheimer. Dejan de ser lo que un día fueron. Cuerpos sin alma. El recuerdo de una vida plagada de vitalidad, de recuerdos, de aventuras, que ya nunca volverá a ser como antes y que, además, se va apagando poco a poco.

Hoy, ahora, cuando sabes que se aproxima el final, es inevitable pensar en los buenos ratos que pasamos juntos. También en la fugacidad de la vida y en aquellas cuestiones metafísicas sobre las que charlábamos hace ya muchos años.

Tío, la última vez que te vi, cuando nos despedimos, me dijiste: "encantado, ¿eh? Y saluda a los niños" (no tengo hijos). Ahí supe que ya no estabas, que hacía ya mucho tiempo que te habías ido.


martes, 14 de agosto de 2012

EL ESCRITOR Y LA EXPLICACIÓN


Perdido entre pensamientos que a ratos no tenían sentido, el escritor se sentó esta vez al piano para intentar encontrar los tres acordes que necesitaba para componer la canción que prometió a su cortesana amiga.

En su cabeza sangraban todavía las lágrimas de San Lorenzo que había contemplado la noche anterior sobre la hierba mojada de aquel bucólico jardín, aunque sombrío. Lágrimas que habían originado decenas de deseos en la inconsciente conciencia del autor del poema prohibido. Deseos aún del todo inconfesables y hoy completamente inalcanzables. Y unos versos del maestro, que seguía sentado al piano, que rozaban la perfección y que eran ejemplo del trabajo más dulce y delicado.

Y en su corazón, roto por el ingrato desprecio, se dibujaba con sutil precisión el tatuaje que sellaba la más vil de las traiciones. Unos desgarrados sentimientos que adoraban las lágrimas oscuras de un sufrimiento que traía vientos de tormenta y el tormento por su olvido.

El escritor golpeaba repetidamente el tintero con su pluma. Con la mirada perdida en la partitura, pasaban los minutos, las horas, el tiempo inexorable, y era incapaz de escribir una infausta nota. Solo cada cierto tiempo abría los ojos como si de un Quijote iluminado se tratara, y comenzaba a rellenar de forma frenética y furiosa cada compás del pentagrama.

Aún con todo, la madrugada envolvió de locura desmedida el estudio del escritor, quien, celosamente escondido, se protegía del paso del tiempo, ayudado, además, por aquella nieve otoñal, que obligaba a resguardarse del frío. Y perdido en sus noctámbulos pensamientos, encontró la explicación.


martes, 7 de agosto de 2012

MALEJÁN, MI PUEBLO (II)

Algunas casas situadas junto a la N-122
Cuando voy desde Barcelona, salgo de la autopista a la altura de Gallur, dirección Soria. Paso por delante de Magallón y, a continuación, atravieso Borja para encarar una recta que me lleva hasta Maleján, un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza. Con poco más de 300 habitantes, multiplica su población por diez, o vete tú a saber por cuánto, en verano, cuando vuelven para veranear aquellos que un día se vieron obligados a abandonar estas tierras en busca de un futuro, si no mejor, al menos diferente.


Maleján en plena fiesta mayor
Desde el mismo momento en que uno llega, se da cuenta de que todo es muy diferente a la gran ciudad. El tiempo pasa más despacio. Aunque quizás solo sea una particular falsa sensación, puesto que aquí no estoy pendiente del reloj, salvo para saber a qué hora es la cena con los amigos de toda la vida, a qué hora empiezan las jotas y el "paloteao" en el frontón, a qué hora comienza la música en el pabellón o a qué hora es el "baile del roscón".

Cada vez que estoy en Maleján, salgo a pasear por los caminos que rodean el pueblo. Y por los campos de trigo, hoy ya trillados. Miro al horizonte y gozo del silencio que ofrece la inmensidad del paisaje, ese silencio imposible que soy capaz de escuchar y que acompaña al sonido del viento, que silba desde las cumbres del Moncayo, la gran montaña que contempla majestuosamente toda la comarca del Campo de Borja. Y entonces, aunque no espero la llegada de la muerte, Dios me libre, veo pasar mi vida por delante. Y recuerdo cómo jugaba en la primera casa familiar que conocí. Y recuerdo el burro de mi abuelo. Y los bocadillos de chocolate que me hacía mi abuela. Y recuerdo a mi hermana Ana jugando en medio del camino, con tierra hasta en las orejas.


Parte vieja de la casa de mis abuelos. De película de terror
Aquí todo huele a pueblo. Ya en la casa nueva, aunque lo de nueva es una licencia que me acabo de permitir, todo es viejo. Pero funciona. Esta casa es tan grande, que asusta recorrerla. Y de noche vendría a ser algo así como la casa del terror. Da miedo todo. La tenue luz de bombillas de baja potencia. Los ruidos que se oyen de vez en cuando, como los que producen los chasquidos de la madera eterna de las vigas que sostienen los tejados. Siempre recordaré momentos como cuando mi abuelo me pedía que bajara a buscar vino a la pequeña bodega, situada en la parte inferior de la casa. Mientras se llenaba el porrón, yo miraba hacia un lado y hacia otro porque imaginaba que aparecería algún fantasma que rozaría mi espalda. ¡Cuántas vivencias y experiencias podría contar desde mi niñez!


Juanjo, el alcalde de Maleján, animando el tradicional "baile del roscón"
Podría pasar horas escribiendo acerca de las gentes de Maleján, de mis amigos de siempre, de personajes concretos que forman parte de la historia de nuestras vidas. Podría hablar de los que están y de los que se fueron para no volver más, aunque siempre estarán en nuestro recuerdo y en nuestros comentarios. Podría contar innumerables travesuras que volvían loco a más de uno. Mil y una historias podría reflejar en estas líneas, pero no es cuestión de acabar aburriendo al lector. Eso sí, hace un par de noches llovió. Y el olor a tierra mojada me hizo revivir por enésima vez recuerdos de adolescencia. Es Maleján. Es mi pueblo.

domingo, 5 de agosto de 2012

MALEJÁN, MI PUEBLO (I)

No hace demasiadas semanas, un anuncio publicitario destacaba el hecho de tener un pueblo al que ir de vacaciones. Cada vez que aparezco por aquí vuelven los recuerdos de mi infancia. Aunque nací en Barcelona, bien es verdad que pasaba mis vacaciones de verano, los tres meses, en esta tierra. Y también cada puente. Recuerdo los viajes en coche minúsculo. El reencuentro con los amigos de siempre. Esos que te recibían con alegría, con buen humor, entre bromas, con los brazos abiertos, pese a mis dudas acerca de si se acordarían de mí, puesto que tenía la sensación de que había pasado una eternidad.

En fiestas, se come, se bebe y se ensaya para la ronda del domingo
Ayer se cruzaron de nuevo presente y pasado. Es un pasado que no volverá a repetirse, pero que siempre recuerdas con cariño, con alegría. Y también con cierta tristeza por aquellos que ya no están. Y es presente porque seguimos estando ahí, porque seguimos viviendo hoy, y porque cada uno de nosotros ha evolucionado. Cada uno a su manera. Pero sí, se ha producido una evolución. Y, cómo no, me ha vuelto a llamar la atención cómo pasa el tiempo y sigue habiendo entre nosotros la misma conexión de años atrás. También las mismas bromas. Los mismos comentarios. Las mismas "tontadas". Las mismas frases hechas que repetíamos una y otra vez.

http://www.youtube.com/watch?v=DjnhGwxQkFk
No quiero escribir aquí los nombres de mis mejores amigos de la infancia porque, dado mi manifiesto despiste, corro el riesgo de olvidarme de algunos. Pero resulta gratificante comprobar cómo la mayoría es feliz, cómo tienen sus parejas, sus hijos, cómo se acercan a mí para saludarme, para preguntarme qué tal me va en la vida. Incluso, da gusto comprobar cómo algunos que llevaban caminos equivocados, hoy están totalmente estabilizados.

Manolo García, uno de los históricos del núcleo duro de Maleján
Por supuesto, no han faltado ya las primeras conversaciones pseudofilosóficas. Uno de mis amigos me decía lo siguiente: "te veo espectacular. Sigues siendo el rey". Siguiendo con una conversación telefónica que mantuvimos no hace demasiado tiempo, en tono irónico, le he respondido: "¡Nah! Solo me voy reinventando de vez en cuando". Después de la carcajada correspondiente, en su evidente y característico tono pragmático, prosiguió: "como dijo Darwin, no sobrevive el más fuerte. Tampoco el más inteligente. Solo aquel que es capaz de adaptarse a los cambios". Realmente no sé Darwin dijo esto. Y, con toda probabilidad, mi amigo tampoco lo sabe. Pero, ¿qué más da?

En fin, podría extenderme y escribir párrafos y párrafos de mi vida y mi pasado y mi presente aquí. Pero no pretendo aburrir a nadie con historias de la infancia. Esto es Maleján. Porque yo también tengo un pueblo al que venir en vacaciones. Porque aquí, aunque soy nacido en Barcelona, tengo también mis raíces.