¿Y qué hago yo
si la distancia que me separa del ser que adoraba dormía los
sentimientos que en mí empezaban a despertar con los albores de aquella madrugada otoñal que con desesperación me abrazaba?
Aquel lucero que habitó en mí al alba no era capaz de alumbrar más que la dulce mirada de aquellos ojos oscuros que el destino había colocado en el largo camino vital que debía de llevarme al soñado edén tantas veces dibujado en cientos de miles de papeles mojados.
Aquel lucero que habitó en mí al alba no era capaz de alumbrar más que la dulce mirada de aquellos ojos oscuros que el destino había colocado en el largo camino vital que debía de llevarme al soñado edén tantas veces dibujado en cientos de miles de papeles mojados.
¿Y qué puedo
hacer si el corazón de la niña que encandila aquellos sentimientos no
compartidos camina soñando por sendas que conducen a un destino incierto? Sin alas
no se alza el vuelo. Sin libertad, pues vives encerrada en cárcel de amor, no
hay razones para correr. No hay motivos para soñar.
Aquel salón seguirá
siendo iluminado con los faroles de mi esperanza. Una esperanza que esperará a que
tu presencia venga a completar el escenario que imaginó aquel director de
orquesta que siempre nos acompaña en nuestras noches en vela. Dos copas, aún
vacías, y una botella de vino. Una cena para dos. Incienso embriagador y algunas velas que dibujan dos siluetas, la tuya y la
mía, preparadas para seguir escribiendo nuestra historia llena de historias que
contar.
Y esperaré
porque quiero esperar. Porque detesto las prisas y porque, pese a que el tiempo
pasa, siempre pienso que las cosas llegan. Casualidad o no. Porque el azar también juega sus bazas y los hados son traviesos. Y no. No me detendré. Caminaré por el
sendero que me lleva a ti y que coloca en el horizonte el destino que siempre soñé esperando
no encontrar el cruce de caminos que me obligue a cambiar de dirección. Y
esperaré otra vez. Y desearé abrir los ojos un amanecer y encontrarte a mi
lado. Mirándome. Y susurrarás a gritos que vienes conmigo. Y sentiré que muero
para resucitar después. Y subiremos al cielo de la mano. Y nos fundiremos en
aquel abrazo de mil segundos que siempre anhelamos.
José Antonio López Arilla © 2012
Qué bonito :)
ResponderEliminarCasi había perdido la esperanza de que los hombres sintieran cosas así.
Las malas experiencias que son, a su vez, malas consejeras.
Besotes.
Parece increíble que alguien que no siente nada por nadie, ni quiere sentir, pueda escribir de una forma tan bonita sobre el amor. Increíble, de verdad!!
ResponderEliminarAunque no acostumbro a publicar comentarios negativos sobre las entradas de mi blog de personas que no se identifican primero, esta vez hago una excepción. Así aprovecho para decirle que si realmente piensa que no siento nada por nadie y que no quiero sentir, es que me conoce más bien poco. O nada. Otra cosa bien diferente es que deba querer a cualquier persona. Pero eso no se elige. Uno siente cuando siente y quiere cuando quiere.
ResponderEliminarExactamente, eso no se elige. Se quiere o no se quiere pq sale del corazón. No de la cabeza. Gracias por tu aclaración, de todas formas. Un saludo.
ResponderEliminarLo he leído cien veces y sólo se me ocurre decirte esto "como hablar" pq se que lo entenderás. un beso enorme.
ResponderEliminarReyes.