domingo, 18 de diciembre de 2011

EL SÍNDROME DE DIÓGENES


Hoy es el día ideal para hablar del denominado Síndrome de Diógenes. Ahora explico los motivos de esta entrada. Pero, antes de seguir, es necesario contar que he estado buscando información para tener claras algunas ideas relacionadas con esta cuestión y, de entrada, me pregunto por qué razón se llamará de esta forma dicho síndrome.

Diógenes de Sínope, también conocido como Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego nacido en Sínope hacia el año 412 a. C. y fallecido en Corinto en el 323 a. C. Vivió como un vagabundo e hizo de la pobreza extrema su virtud. Perteneció a la escuela cínica, cuyas ideas se basaban en los principios de la autosuficiencia, es decir, vivir de forma natural y alejado de los lujos de la sociedad. La filosofía cínica busca la liberación de los deseos y la reducción total de las necesidades del ser humano. Se cuenta que Diógenes de Sínope tenía como únicas pertenencias un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco. Un día vio a un niño beber agua con sus propias manos. Y entonces se deshizo del cuenco.

Si Diógenes vivía de esta manera, tan alejado de los bienes materiales, tan cercano a la pobreza más extrema, ¿por qué el síndrome citado al principio de esta entrada recibe su nombre? No en vano, se trata de un trastorno del comportamiento que suele afectar a personas de avanzada edad y que viven solas. Dichas personas abandonan totalmente su cuidado personal y sus relaciones sociales. Se aíslan en su hogar y, en la mayoría de los casos, acumulan grandes cantidades de dinero o de desperdicios. Por esta razón, me preguntó por qué Diógenes dio nombre a este trastorno. Él predicaba justo lo contrario.

Más de uno se estará preguntando ahora por qué hoy me ha dado por dedicar una entrada al mismísimo Diógenes. Bien, desde que llegué anoche a mi casa no he vuelto a salir. He estado todo el día leyendo, escuchando música, intentando escribir, estudiando y también ordenando todo lo que tenía sin recoger. La verdad es que parecía que se hubiera producido una batalla campal y era hora de poner un poco de orden.

He llenado cuatro bolsas de basura grandes. Camisas, jerséis y pantalones que nunca más me iba a poner y que formaban parte del museo textil que tenía guardado en los armarios. Un montón de zapatos que no consigo combinar. Algunos viejos, otros no tanto. Camisetas y otras prendas que, créanme, hace ya años que no uso. Me he preguntado varias veces a lo largo del día para qué guardaba todo eso.

Cuando he acabado con la ropa, he seguido con la cocina. Increíble. Productos caducados desde hace varios años. Pan rallado con una nota que decía “consumir preferentemente antes del final de noviembre de 2010”. Más de un año. Una lata de conserva que debía haber consumido allá por el 2009. Aunque la palma se la lleva un bote de setas que caducó en 2007. ¿Cuándo la compraría? Tampoco es plan de indicar aquí el listado de productos que he tirado. Pero he llenado tres bolsas de basura. En este caso, pequeñas. ¡Pero tres! Miel sin abrir, botes de especias, salsas orientales, bolsas de legumbres. ¿Entienden ahora por qué he pensado hoy en Diógenes?

Para finalizar y volviendo a la definición del Síndrome, dicho trastorno dice que las personas afectadas pueden acumular grandes cantidades de dinero o de desperdicios. Está claro que yo pertenezco al segundo grupo. Y les pido un pequeño favor. Si observan que estoy absolutamente aislado, que no contesto a sus correos o a sus llamadas, que no me ven por los cafés de siempre, en fin, que me alejo de mi mundanal y ruidosa vida habitual, ayúdenme. Gracias. Hasta pronto.

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