El escritor permanecía sentado frente a la televisión, aunque esta estaba apagada. Como tantas y tantas veces, una luz tenue alumbraba el centro de la sala. Velas e incienso, como siempre. Una copa de vino tinto recién llegado de Hungría. Mil versos incompletos. Un deseo. Un sueño. Una canción. Tu cuerpo, y tu mirada cautivadora, paseando por sus pensamientos, antes y después de una conversación intensa e interesante. Corta, como siempre. Como todas las que el escritor imagina que mantiene cada noche antes de dormir. Y sueña que volverás. Y te convierte en canción. Y mira hacia arriba para solicitar al jefe de los cielos que haya, al menos, una noche más. Y que se haga de día estando a tu lado. Y que no llegue el final.
He aquí una forma de mostrar lo más profundo de nuestro ser: nuestro pensamiento, nuestros sentimientos, nuestras inquietudes. Una visión muy personal de la vida, de todo lo que acontece y que nos afecta y nos hace sentir. Pasado, presente y futuro. Una caja de sorpresas donde la inspiración también juega su papel. "No quiero ser cartero y morir de asco. Prefiero jugar a ser escritor y morir de hambre", dijo Charles Bukowski. Y aquellas palabras golpearon mi alma.
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Plas, plas, plas...
ResponderEliminarNo puedo decir nada más ;)
¡Genio!
(qué montón de cosas que has dicho en tan pocas palabras... anonadado me hallo).
Bonito..
ResponderEliminarA veces, alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
ResponderEliminaralguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera
del dentista...
Goytisolo, claro.
Helena
Precioso
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