No, no es fácil encajar una noticia como la que recibí ayer. Se hace el silencio, te sientes pequeño en la inmensidad, piensas y te
das cuenta de que hoy estás y mañana ya no, de que la vida y la muerte están
separadas por un estrecho hilito que se rompe en un segundo, de que pasamos por
la vida como aquel que pasea un rato por el parque y cuando se quiere dar
cuenta se le han pasado las horas volando, de que la vida es corta como tarde
de invierno. O "mañana de abril", como decía la canción de aquel tipo que empezaba su carrera musical por aquellos tiempos en que nosotros no éramos ni veinteañeros y al que calificábamos, muertos de envidia, como un "subproducto de telenovela sudamericana".
Cuando me prometiste hace pocos meses que me llamarías en
breve para contarme que, al fin, estabas renaciendo, pensé que te volvería a
ver pronto y podríamos contarnos nuestros planes. ¡Tenía tanto que contarte! Escuché una voz tan llena de
vitalidad que pensé: “ahora sí. Esta vez sí. Este es nuestro Javier”.
En días como hoy no es fácil describir con palabras qué se
siente cuando se pierde a uno de esos amigos que han escrito un buen número de
páginas del libro de nuestra vida. ¿Qué te puedo contar? Desde ayer no he
dejado de pensar en todo lo que hicimos en aquellos años tan felices de
nuestras vidas. No puedo evitar pensar, eso sí, en si podríamos haber hecho
algo más, en si podríamos haber estado más cerca de ti.
Te has ido sin decir adiós. Como hacíamos en Maleján cuando
la noche se hacía larga y empezábamos a perder horas de sueño. Te vas sin
despedirte, aunque dejas con nosotros los recuerdos de vivencias que nada ni
nadie ya podrán borrar.
Me quedo con las ganas, mi querido Javier, de darte un
abrazo, aunque fuese el último. Pero me quedo también con la imagen de aquel
muchacho que siempre sonreía y con el que en noches de verano me tumbaba en la
hierba a mirar el cielo para poner nombre a las estrellas.
Espero que descanses lleno de paz en algún lugar del firmamento donde ya no
exista el tiempo. Y si existe, que no se detenga. Allí nos encontraremos de
nuevo, amigo. Y seguiremos poniendo nombre a las estrellas.
Me has hecho llorar...
ResponderEliminarLos amigos sólo se marchan si los olvidamos, Javier, seguirá poniendo nombre a las estrellas y tú sonreirás al verlas en las noches que él, tu amigo, cabalgue sobre la más brillante.
ResponderEliminarno se si te recuerdas d une amigo frances que el no te a olvidado te leo por primera ves y me duele de interarme de la perdida de un amigo que quedara en nuestro corazon y en nuestra memoria para siempre .
ResponderEliminarernesto
Hola Ernesto!!! ¿qué es de tu vida? espero que te vaya todo muy bien. Únete al grupo de La Femera y así podremos comunicarnos todos. Me alegro mucho de saber de tí. Un besazo
EliminarEva Tutor García (Facebook)
Desgraciadamente todos hemos perdido un Javier.
ResponderEliminarDomènec
Precioso. Me ha recordado a una amiga. Con tú permiso comparto.
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