Mataste a la mi vieja, ¡matases a mí ante!
Enemiga del mundo, que non has semejante,
de tu memoria amarga non hay quien no se espante.
Muerte, al que tú hieres llévaslo de belmez
al bueno e al malo, al noble e al refez
a todos los igualas e llevas por un prez
por papas e por reyes non das una vil nuez.
Non miras señoríos, deudo nin amistad,
con todo el mundo tienes continua enemistad,
non hay en ti mesura, ni amor, ni caridad,
sino dolor, tristeza, pena e crueldad.
Folio 3º del manuscrito T del Libro de Buen Amor |
Hace algunas noches tuve ocasión de cenar con unos amigos. La tranquila conversación inicial se convirtió poco a poco en discusión pluritemática donde cada uno pudo defender, incluso con vehemencia, su punto de vista. Una de las cuestiones debatidas versó en torno al misterio de la muerte. Después de cuatro horas de intensa charla y pese a que intentamos descubrir el origen de la vida, y de todo, acabamos volviendo a casa sin encontrar la Gran Explicación. ¡Seguiremos buscando!
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