Flor que
anuncia primaveras, dame tu sonrisa, que sin ella pierdo los hilos finos de mi vital
esperanza. Dame solo a mí esas miradas que regalan tus ojos y que se clavan en
mi alma como dagas plateadas. Dagas plateadas que oscurecen los rayos de aquel
sol de diciembre. Aquel sol de diciembre que alumbró nuestras siluetas en aquella
“cena para dos” una madrugada idealizada. Dame más. Dame todo. Dame las caricias
que soñabas y que espero cada día. Que espero y desespero porque muero cuando
pienso que te pierdo, pero vivo y sumo vidas cuando sueño que te tengo, cuando
sueño que me abrazas, cuando sueño que te aferras, cuando sueño que este sueño
ya es eterno. Dame aquel abrazo prometido y dime que te quedas. Dame un susurro
y un suspiro. Un susurro a gritos y un te quiero. Un suspiro encendido y un
deseo. Un deseo que cabalga sobre la luz de la estrella fugaz que ambos
buscamos en la inmensidad de un firmamento adornado con fuegos de artificio.
Llegaste como flor que anuncia primaveras y hoy vuelvo a escribir sobre la
arena de mis pacíficas y mediterráneas playas que el que no arriesga no gana.
José Antonio López Arilla © 2013