Después de décadas soñando con el fin de la violencia, la banda terrorista ETA anunció el cese de la actividad armada. Gran noticia que, aunque acogida con alegría y esperanza, ha sido valorada de diferente forma por cada uno de nosotros. Eso sí, todos coincidimos en que se ha dado un gran paso y en que ha llegado el momento de aprovechar la nueva situación para alcanzar la paz definitiva y el final de un conflicto que se ha cobrado ya muchas víctimas.
En cualquier caso, como siempre, vamos a encontrar opiniones para todos los gustos. Para unos, es el final de ETA. Para otros, se trata solo de una estrategia para rearmarse y reorganizarse. Además, no debemos olvidar que en noviembre hay elecciones generales, es decir, un momento clave para captar votos que pudieran introducir a los terroristas y a sus seguidores en las instituciones públicas y políticas.
Particularmente, considero que el comunicado de ETA se ha quedado corto, puesto que los terroristas no hacen alusión alguna a la disolución de la banda y a la entrega de las armas. Tampoco se pide perdón a las víctimas, a sus familiares y a toda la sociedad por el dolor y por los daños causados. Soy escéptico. Sí, soy escéptico porque no sé si el comunicado es sincero o se trata solo de una infame estrategia propagandística. Por otra parte, sí tengo claro que, aunque haya finalizado la lucha armada, el conflicto sigue vivo. Espero que en el futuro no tengamos que lamentar un retorno a la época del terror, de las bombas y del tiro en la sien. Ese es el deseo de todos.
Llegados a este punto, me gustaría ofrecer mi punto de vista. Sé que mi opinión importa poco y que no va a influir absolutamente en ninguna persona que pueda leer este artículo. Tampoco lo pretendo.
No soy independentista, pero creo en la libertad. En la libertad de las personas. Y en la libertad de los pueblos para elegir su futuro y su destino. No creo en banderas. Tampoco en fronteras. Y mucho menos en patrias impuestas. Soy español y me siento orgulloso de serlo. Pero también soy catalán y siento el mismo orgullo de haber nacido en Catalunya y de vivir en esta tierra. Solo disfruto de banderas e himnos nacionales cuando veo competiciones deportivas. Yo también canté aquello de “yo soy español, español, español” cuando Iniesta marcó el gol que dio a España su primer Mundial de fútbol. Al mismo tiempo, me emocionó ver a Puyol y a Xavi con la senyera catalana. Por el contrario, detesto esas banderas y esos himnos cuando se presentan en desfiles militares y demostraciones de fuerza y poderío armamentístico.
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