domingo, 11 de noviembre de 2012

EL SENDERO DE TU DESTINO


Soledad, tarde de llanto, noche desgarrada. Un día olvidado entre señales divinas que no se intuyen. Mañana triste, gris, oscura. Tarde sin alma. Noche que desprecio y que me acompaña solo cuando la soledad toma forma y se dibuja entre las sombras que se esconden en los rincones donde lloro. Donde las lágrimas de mi llanto recorren las esquinas marcadas por el paso del tiempo. No vuelvas si vienes sola porque nunca más abriré las puertas a una madrugada helada.

Yo sé que mis palabras fueron el dardo envenenado para aquel corazón malherido. Dulce soledad, martirizas el alma del trovador que sueña. Triste, gris, oscura, otra vez las luces del alba se serenan después de una tempestad atormentada. Pero no hay calma. Porque este corazón, también mortalmente herido, desea deshacer el camino recorrido sin buscar en el pasado las claves que permitirán recuperar el rumbo desgajado de un presente que se esfuma cada día sin que pueda remediarlo.

No hay razón para volver la vista atrás. No, no hay dolor que duela eternamente. Ni amor nuevo derrotado por aquel instinto oscuro que envuelve el alma de los muertos en el campo de batalla. Porque jamás hubo mayor derrota que la que no pudiste sufrir. Porque no, porque tú no eras contendiente llamado a participar en esta cumbre celestial de ángeles destronados. Porque es la soledad, tu amiga, quien se encarga de borrar las huellas de tu armadura allá por donde caminas. Porque no, porque esta no es tu guerra, que es otra, que es aquella que está marcada a sangre y fuego, con hilos dorados, sobre el sendero de tu destino.


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