domingo, 20 de octubre de 2013

EL PINTOR, EL MÚSICO Y EL ESCRITOR - 1


Lienzo de Egbert Van Heemskerck "El Viejo"
Repicaban las campanas al tiempo que anochecía en aquella ciudad situada al norte de Londres. Un mercado que cerraba sus puertas y una taberna que las abría. Fariseos comerciantes que gastaban las ganancias del día en pan, vino y prostitutas de alma angelical y cuerpo demoníaco.

En la soledad de aquella oscura y gélida noche de agua y viento, los tres artistas se encontraron en la misma estancia. Un pintor, un músico y un escritor. El vino causaba estragos. Llanto y risas. Lágrimas y carcajadas. Razón y locura. Ciencia y religión. Monarquía divina o un reinado para el pueblo.

Una melodía atravesaba las pétreas paredes del mesón. Gritos de borrachos. La noche, que hacía olvidar las penas, el dolor y la amargura de una existencia no deseada, se mezclaba con el licor para convertir aquel lugar en un paraíso de lujuria, perversión y desenfreno.

Mientras tanto, el pintor maldecía los siniestros paisajes que había esbozado en los últimos tiempos, en los que solo la luna y el color negro destacaban, frente a la claridad de un pasado glorioso que parecía enterrado en el lúgubre, tétrico y sombrío panteón familiar del cementerio de Highgate.

El músico, brillante compositor de sinfonías que iban a resultar eternas, rompía las partituras en las que solo podía trazar notas con los jirones de su piel, todas sin sentido, escritas a contratiempo, y contra todos, contra el mundo.

"La cena de Emaús", óleo sobre lienzo de Caravaggio
El escritor, que siempre narraba cómo su madre lo había parido durante una madrugada de tormenta, cuando la Armada Invencible se acercaba a las costas británicas, se lamentaba por la enésima rima imperfecta, por los cientos de versos inconexos y por aquellos poemas que jamás podría dedicar a su dama, desposada días atrás con aquel maldito descendiente de Ricardo I de Inglaterra.

El miedo y yo nacimos gemelos”, gritaba Hobbes a los cuatro vientos, mientras se quejaba del reino de la oscuridad. Y fue precisamente en aquella noche oscura, de tormenta y de tormento, de llanto, pena y rabia, cuando los tres artistas se hicieron inseparables hasta el final de sus días.


José Antonio López Arilla © 2013

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