Atardecer en Heidelberg |
Tratas de olvidar, pero no puedes. No puedes porque son más fuertes los pensamientos que el deseo de acallar la rebelión de tu memoria. No podrás. Ya nunca podrás porque en tu piel quedó grabado su nombre y el color de sus ojos, que turbaron tu paz y tu sosiego para siempre, que te hicieron cruzar mares y surcar los cielos.
Helados elixires que nublan los juicios |
Porque no es soledad lo que tú sientes. No es soledad, no. No es soledad y tampoco compañía. Porque sigues soñando en silencio cada madrugada unos labios que no olvidas y que a menudo te recuerdan no tan lejanas tardes de helados elixires que nublaban los juicios y hacían que tu prudencia llegara a pronunciar sin miedo húmedas palabras.
Hoy, como ayer, te escudas en tu olvido y el olvido en tu silencio. Pero él sabe que recuerdas aquellas puestas de sol que ambientabas en playas de cálidos licores que proponían invitaciones disparatadas y promesas que no se harían realidad.