domingo, 19 de agosto de 2012

CUANDO LLEGA EL FINAL

Domingo, 19 de agosto de 2012. Son las 11:30 h. Sé que es ley de vida. Sé que se nace y sé que se muere. Sé que no queda otra: morir es consecuencia de haber nacido. Sé que es absurdo mantener artificialmente la vida de alguien que ya sin remedio se va. Sé que es inevitable y que posiblemente la muerte es la mejor salida. Pero no por ello podemos dejar de sentir una profunda tristeza cuando esperamos el final de los días de un ser querido. Aquella luz que un día se encendió, hoy se está apagando.

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Jueves, 23 de agosto de 2012. 17 horas. Llegó la hora. Se apagó su luz. Y pese a todo, como decía Rabindranath Tagore, "cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando".

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Un amigo, Alberto García, me ha ayudado a encontrar unas palabras de Manuel Moyano que dicen así:

"Ya no hay nada que hacer", escuché que decía el médico mientras su mano cerraba suavemente mis párpados. Al principio, tan solo vi oscuridad. Luego, en mitad de la negrura, se abrió un largo túnel: desde su otro extremo me reclamaba una intensa luz blanca. "Así que eso es el Cielo", pensé mientras me deslizaba, como si flotase, entre sus paredes húmedas y turgentes. Una extraña felicidad me invadió. Sin embargo, cuando llegué al final del túnel, lo que encontré no fue un mundo maravilloso, sino otra habitación de hospital. Un gigante me había agarrado de los tobillos y, sosteniéndome boca abajo, golpeaba con fuerza mi trasero. Indignado, intenté pronunciar algún exabrupto, pero de mi garganta no salieron palabras: solo un chillido de recién nacido.


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