Una canción recomendada (de la banda sonora
de Samba):
Un beso, uno de esos que se describe con
elocuencia y sabiduría, y se practica con maestría y gran destreza, aparece
cuando menos te lo esperas… Uno de esos, sí, uno de esos que te roba el aliento
y te lo esconde entre los pliegues del vestido que te pones como escudo para no
sentir el fuego que deseas y que dibuja en tu sonrisa el encontronazo de esta desequilibrada
justa.
Es solo un beso. Pero es uno de esos que
sueñas cada día, aun sin quererlo, y plasmas bermejamente en tu cuaderno de
estudiante. Es ese beso en un papel como reflejo del anhelo de saltar mirando
hacia las estrellas y de volar para romper con la distancia imaginaria que
pretende apartar al creador del fruto de su talento.
Tan solo un beso, uno de esos que hace
sonrojar y da calor al gélido y casi perpetuo instante en que nuestros labios
emprenden caminos divergentes. Se rompe entonces la armonía de aquellos sonidos
que solo nosotros no oímos. ¿Qué somos? Horas eternas. Día inmortal.
Pensamientos vagos. Delirio irracional, sin sentido y sin juicio.
Kiss, de Leonid Afremov (1955) |
Es inevitable. También ineludible. Meditas. Te
quejas, discreta, entre sollozos apagados. Meditas de nuevo. ¿Por qué no? Amor. Amor propio.
Amor pasajero. Amor fugaz. Amor al fin y al cabo. Amor sin más. Siempre amor. Imbuida en tus
oscuros pensamientos noctámbulos, vuelves a preguntarte qué será de ti mañana, aunque yo quiero verte hoy.
Por un beso de esos suspiras. Quiero.
Pero prudencia, sosiego y silencio son las armas que manejas con admirable
pericia para apaciguar el ardor de una pasión sin límites. Un beso de esos
reclamas. Uno de esos que siempre añoras y que yo compongo entre mis notas cuando
me piensas, cuando te sueño, cuando me cuentas, cuando te escribo...
José Antonio López Arilla © 2015
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