lunes, 28 de noviembre de 2011

HÉCTOR Y PAULA


Hoy todavía recuerdo el lugar en el que me encontraba cuando recibí la esperada llamada. Sin duda alguna, esa fue, y es, la noticia más bonita que jamás nadie me haya dado. Solo es comparable con la que recibí un día de junio hace algo más de tres años.

También recuerdo que, al colgar el teléfono, lloré. Sentí una emoción tan profunda que se hace difícil describir con palabras los sentimientos y los pensamientos que ocuparon mi cabeza ya durante varios días. Y siguen ocupándolos hoy. Porque cada vez que los veo, vibro, enloquezco. A veces por el jaleo que arman.

Ya por la tarde, fui al hospital para ver a mi hermana. No sabía si iba a ser capaz de contener las lágrimas. Tonto que se pone uno alguna vez en la vida. Recuerdo que en la habitación había mucha gente y mi hermana no tenía demasiadas ganas de conversar. Que lo sé yo. Se le nota en la cara.

Al nacer, tuvieron que permanecer varios días en la incubadora. Desde el cristal, a unos 15 metros, o más, podía verlos. También escuchaba las voces de otras personas que miraban a los bebés de sus familiares y decían: “hay que ver cómo se parece a fulanito”. Y yo pensaba: "¿cómo pueden ver a quién se parece el niño (o la niña)? ¡Están a 15 metros de nosotros!".

Héctor y Paula han ido creciendo. Activos, listos, guapos, simpáticos, cariñosos, educados. ¿Qué voy a decir? ¡Soy el tío! Sin duda alguna, junto con Aitor, que vino después, son lo más grande que me ha pasado en esta vida. Disfruto jugando con ellos. Haciendo el ganso con ellos. Haciéndoles rabiar (que conste que estoy hablando muy, muy fino, ¿eh?). Pero es que con su actividad llenan de vida, y cansancio, a todo el que los rodea.

Muchas personas dicen que la edad ideal de un niño es siempre cuando es más bien pequeño. Yo debo decir que he disfrutado y estoy disfrutando de ellos sea cual sea su edad. Incluso, cada vez más. Además, ahora me ayudan a buscar personajes para mis futuras novelas. Ya tenemos uno que se llama Tiumerda (espero que esto no lo vea mi hermana y tampoco mi cuñado) y otro cuyo nombre es Galderini. Ambos inventados por Paula. Además, me muero de la risa cuando no se creen las historias que les cuento. La última, que trabajo como fotógrafo del National Geographic. Tampoco creen que algún día seré un escritor famoso.

¿Y esos partidos de Play? Cuando competimos, dejo a Héctor que diga una palabrota por partido. Solo una (Ana, es broma, ¿eh? Es para que el blog quede bonito con mis historias). Pero me encanta ver su cara cuando me va ganando. O cuando me marca un golazo. Eso sí, cuando me canso de que me esté vacilando, le clavo un 8-0 y se le quitan las ganas de seguir burlándose de mí.

También les doy instrucciones para el futuro: que estudien mucho, que no tengan novio o novia hasta pasados los 30, que después de la universidad tienen que ir al extranjero para completar sus estudios. ¡Ah! Y también les recomiendo encarecidamente que estudien Arte Dramático. Paula tiene una capacidad extraordinaria para reír y llorar al mismo tiempo.

En fin, creo que se ilumina mi cara hablando de ellos. Algo que también sucede cada vez que me llaman tío (en el caso de Héctor) o tío Jose (en el caso de Paula). Hoy hace 9 años que me llamó mi cuñado para decirme que mis sobrinos habían nacido.


2 comentarios:

  1. Que duda cabe que este ha sido el mejor regalo que han recibido Hèctor y Paula en el día de su cumpleaños.

    Te lo dice el que le hace las tortillas francesas para cenar y los recoge cada día del cole y los acerca a todas sus actividades diarias. También el que les pega las broncas y los felicita cuando sus conductas infantiles rozan los umbrales entre lo que está bien y lo que está mal.

    Un abrazo,

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  2. Que suerte tienen Héctor,Paula y Aitor de tener al tío Jose, sobre todo porque más allá de los maravillosos momentos que vives con ellos, les das ejemplo que siempre pueden seguir y cumplir sus sueños...

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