Pasión roja. Furia. Espectáculo increíble. Fútbol
total. No quisimos “biscotto” porque queríamos comernos el mejor de los pasteles. Tiqui-taca. Pim, pam, pum. España conquista la Eurocopa, mientras el
mundo admira el juego de la Roja, que asombra, deslumbra, bate récords y asusta
a cuanto rival se interponga en su camino hacia la leyenda.
Pese a todo, aquel que viera el resultado sin haber
visto el partido podría pensar que fue coser y cantar. Y no. España se adelantó
pronto en el marcador. Minuto 13, primera parte. Cesc Fàbregas recibe un balón
en profundidad, se va de su marcador y pone el balón en el lugar perfecto para
que Silva remate de cabeza para colocar el balón en el fondo de la red.
El 1-0 daba tranquilidad al equipo español y
obligaba a Italia a buscar el empate. Y los transalpinos tuvieron sus
ocasiones. Intentaron poner cerco a la meta de Iker Casillas. Pero el mejor
portero del mundo demostró una vez más su calidad y evitó el empate.
Cuando los azzurri buscaban el tanto que igualara el
choque, Jordi Alba inicia una jugada espectacular, cede el balón a Xavi, corre
como un gamo gritando a su nuevo compañero en el Barça, que se la devuelva.
Este la pone con maestría y con precisión en el sendero iluminado que había
dibujado sobre el césped el lateral izquierdo de España, que culmina la jugada
batiendo a Buffon. Era el 2-0.
Ya en la segunda mitad, Prandelli, el seleccionador
italiano que ha dado otro aire, otro estilo a la selección azzurra, cambia a Di
Natale por Cassano. España domina. A ratos, maravilla. En plena exhibición, la Roja busca el
tercero. Pero también Italia pudo recortar distancias.
En el 10 de la segunda parte, Prandelli agota sus
cambios. Thiago Motta sustituye a Montolivo. Italia lo intenta. España se
gusta. Está más cerca el tercero de los españoles que el primero de los
italianos. España, majestuosa, crece, se vuelve gigante, bailando a ritmo de
tiqui-taca. Italia, con el agua al cuello, pone corazón, pero le falta aire
para poner cabeza. Y cuando se acerca con peligro, vuelve a aparecer Iker
Casillas, uno de esos pocos arqueros que dan títulos a su equipo.
En el 60 de partido, con media hora por delante, se
produce otro hecho que va a resultar definitivo. Thiago Motta se lesiona nada
más saltar al terreno de juego. Italia ha hecho los tres cambios. Tendrá que
jugar con diez el resto de la final. 2-0 y un hombre menos. Demasiada ventaja
para el mejor equipo del mundo. Una losa muy pesada para el aspirante a
destronar al campeón.
De ahí al final, la escuadra española se sabía
ganadora. Italia no volvió a ver el balón. España presionaba y robaba el
esférico con facilidad. Tocaba y tocaba. Controlaba. Más tiqui-taca. Más
ocasiones. Italia estaba entregada. La grada roja empezaba a celebrar el
título. La tercera Eurocopa estaba al caer. El tercer título consecutivo, algo
que nadie había logrado antes, era cuestión de minutos.
El párrafo anterior podíamos haberlo repetido cada
dos minutos porque era más de lo mismo. Pero Fernando Torres entró por Cesc
Fàbregas. El 9 sustituyó al mal llamado “falso 9”. El Niño tenía un cuarto de
hora por delante para marcar y convertirse
así en el balón de oro de la Euro 2012.
Y como este equipo empieza a acostumbrarse a romper
todos los registros, llegó el tercero. Corría el minuto 83, a seis del final.
Xavi vuelve a colocar un balón perfecto para la carrera de Torres, que se planta
ante Buffon, coloca el tercero en el marcador y hace callar a todos aquellos
que dudaban sobre su capacidad goleadora.
Pero faltaba la guinda. El autor del gol que nos
hizo campeones del mundo, “serás eterno” Iniesta, fue sustituido por Juan Mata.
El jugador del Chelsea quiso participar de la fiesta. Una fiesta a la que iba a
ser invitado por su amigo Torres, que le cedió un balón dentro del área para
que rematara al fondo de las mallas. Era el cuarto de España. Nadie antes había
encadenado Eurocopa, Mundial y Eurocopa. Nadie antes había ganado una final de
la Eurocopa por 4-0. Ni en el mejor de nuestros sueños podíamos haber soñado
una final así.
Y se acabó el partido. España, campeona de Europa. Tercera
Eurocopa. Tercer título consecutivo. La Roja sigue reinando. Iker Casillas, oh
capitán, mi capitán, volvía a levantar la copa apuntando hacia el cielo de
Kiev. España sigue escribiendo auténtica poesía futbolística. ¡Que no se acabe
nunca este sueño!
Sé que eres un genio, porque hay que serlo para escribir ese texto, en las condiciones dadas. Yo sé porqué lo digo...
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