Hojas secas. Otoño en Berlín. Porque el tiempo pasa y no te deja volver atrás |
He aquí una forma de mostrar lo más profundo de nuestro ser: nuestro pensamiento, nuestros sentimientos, nuestras inquietudes. Una visión muy personal de la vida, de todo lo que acontece y que nos afecta y nos hace sentir. Pasado, presente y futuro. Una caja de sorpresas donde la inspiración también juega su papel. "No quiero ser cartero y morir de asco. Prefiero jugar a ser escritor y morir de hambre", dijo Charles Bukowski. Y aquellas palabras golpearon mi alma.
viernes, 28 de diciembre de 2012
CARPE DIEM
jueves, 13 de diciembre de 2012
DOCE DEL DOCE DEL DOCE
Porque dicen que el tiempo pasa... |
En escena entra un universo de personajes con los que no contaban, pero cuyo papel marcará el destino de los trece actos de una obra a medio escribir. Sentimiento, Corazón, Conciencia, Mundo, Pasado y Futuro en un presente alterado, Amistad, Amor, Fraternal Disposición, la Madre, el Amigo, Gentes de Bien, Gentes de Mal, la Apostura, el Caos y el Tiempo. Un universo de personajes que formarán parte de la historia y que plasmarán su pensamiento en el guión, lo quieran o no las dos siluetas esenciales de esta narración, que se abrazan pensando que todo tiene un final y que todo vuelve a empezar. Y un universo de sueños que, si no están rotos, se romperán.
Y hay trenes que pueden pasar solo una vez... |
Y, entre tanto, él seguirá buscando la bohemia estela de la Estrella Polar. Y dejará en su pecho aquel deseo que siempre buscó. Y grabará en su piel los besos que eternamente soñó y que nunca antes recibió. Y aunque no sabe si se ahogará en el estúpido charco que forman aquellas amargas lágrimas que tampoco antes mostró, y aunque tenga la soga al cuello, se seguirá sintiendo como pez en el agua en el nuevo teatro que construyó para ver la actuación estelar de su falsamente adorada soledad. Y un punto final, el paso de páginas que no hace falta olvidar y el inicio de un nuevo capítulo que aún está por llegar serán las mejores noticias de un futuro incierto que el horizonte todavía no deja vislumbrar.
domingo, 18 de noviembre de 2012
CENA PARA DOS
¿Y qué hago yo
si la distancia que me separa del ser que adoraba dormía los
sentimientos que en mí empezaban a despertar con los albores de aquella madrugada otoñal que con desesperación me abrazaba?
Aquel lucero que habitó en mí al alba no era capaz de alumbrar más que la dulce mirada de aquellos ojos oscuros que el destino había colocado en el largo camino vital que debía de llevarme al soñado edén tantas veces dibujado en cientos de miles de papeles mojados.
Aquel lucero que habitó en mí al alba no era capaz de alumbrar más que la dulce mirada de aquellos ojos oscuros que el destino había colocado en el largo camino vital que debía de llevarme al soñado edén tantas veces dibujado en cientos de miles de papeles mojados.
¿Y qué puedo
hacer si el corazón de la niña que encandila aquellos sentimientos no
compartidos camina soñando por sendas que conducen a un destino incierto? Sin alas
no se alza el vuelo. Sin libertad, pues vives encerrada en cárcel de amor, no
hay razones para correr. No hay motivos para soñar.
Aquel salón seguirá
siendo iluminado con los faroles de mi esperanza. Una esperanza que esperará a que
tu presencia venga a completar el escenario que imaginó aquel director de
orquesta que siempre nos acompaña en nuestras noches en vela. Dos copas, aún
vacías, y una botella de vino. Una cena para dos. Incienso embriagador y algunas velas que dibujan dos siluetas, la tuya y la
mía, preparadas para seguir escribiendo nuestra historia llena de historias que
contar.
Y esperaré
porque quiero esperar. Porque detesto las prisas y porque, pese a que el tiempo
pasa, siempre pienso que las cosas llegan. Casualidad o no. Porque el azar también juega sus bazas y los hados son traviesos. Y no. No me detendré. Caminaré por el
sendero que me lleva a ti y que coloca en el horizonte el destino que siempre soñé esperando
no encontrar el cruce de caminos que me obligue a cambiar de dirección. Y
esperaré otra vez. Y desearé abrir los ojos un amanecer y encontrarte a mi
lado. Mirándome. Y susurrarás a gritos que vienes conmigo. Y sentiré que muero
para resucitar después. Y subiremos al cielo de la mano. Y nos fundiremos en
aquel abrazo de mil segundos que siempre anhelamos.
José Antonio López Arilla © 2012
EL UNIVERSO QUE DESEAS
"Metrópolis", paseando por las calles de Madrid, by Erik Amezquita |
Odiaba el momento que estaba viviendo. Detestaba, odiaba, repudiaba. Malditos verbos que se hacían realidad en aquel escenario que tan poco deseaba. El llanto y la pena, compañeros despreciados y maltratados por todos, seguían sus pasos de la mano de aquella sombra que, pensaba alguna vez, nunca se despegaría de él. Pese a todo, seguía soñando despierto.
Y quiso convertir en presente el futuro que deseaba. Y quiso cambiar aquella pena de su llanto en lágrimas de alegría. Y quiso no volver a jugar con la ruleta de una fortuna construida sobre los cimientos de la vil mentira. Y quiso escribir la canción que nunca compuso. Y quiso volar con las alas de aquel ángel de la guarda que siempre guio sus pasos. Quiso tantas cosas que construyó el universo que tanto deseó. Porque las cosas, si se desean, se alcanzan.
domingo, 11 de noviembre de 2012
EL SENDERO DE TU DESTINO
Soledad, tarde de llanto, noche desgarrada. Un día olvidado
entre señales divinas que no se intuyen. Mañana triste, gris, oscura. Tarde sin alma.
Noche que desprecio y que me acompaña solo cuando la soledad toma forma y se
dibuja entre las sombras que se esconden en los rincones donde lloro. Donde las
lágrimas de mi llanto recorren las esquinas marcadas por el paso del tiempo. No
vuelvas si vienes sola porque nunca más abriré las puertas a una
madrugada helada.
Yo sé que mis palabras fueron el dardo envenenado para aquel
corazón malherido. Dulce soledad, martirizas el alma del trovador que sueña. Triste, gris, oscura, otra vez las luces del alba se serenan después de una
tempestad atormentada. Pero no hay calma. Porque este corazón, también mortalmente herido, desea deshacer el camino recorrido sin buscar en el
pasado las claves que permitirán recuperar el rumbo desgajado de un presente
que se esfuma cada día sin que pueda remediarlo.
No hay razón para volver la vista atrás. No, no hay dolor
que duela eternamente. Ni amor nuevo derrotado por aquel instinto oscuro que
envuelve el alma de los muertos en el campo de batalla. Porque jamás hubo mayor
derrota que la que no pudiste sufrir. Porque no, porque tú no eras contendiente
llamado a participar en esta cumbre celestial de ángeles destronados. Porque es
la soledad, tu amiga, quien se encarga de borrar las huellas de tu armadura
allá por donde caminas. Porque no, porque esta no es tu guerra, que es otra,
que es aquella que está marcada a sangre y fuego, con hilos dorados, sobre el
sendero de tu destino.
jueves, 18 de octubre de 2012
QUE NO ESCAMPE
Sintió que la oscuridad de aquel anochecer la cubrió, la
calmó, la sedujo y la envolvió. Hipnotizada por su manifiesta vitalidad y por lo luminoso de aquellos ojos tan claros que se
confundían con los rayos del sol de medianoche, empezó a caminar sin saber si el rumbo era preciso. Cuando lo vio, pensó que era
él -y años después supo que no se había equivocado-. Creyó que aquel rocío matutino que regaba los campos cada
amanecer se mantendría puro, inmaculado, incansable hasta la llegada del crepúsculo. Como
el primer día. Como la primera tarde. Como aquella noche. Como aquel momento en
que dos cuerpos rompían las cadenas que durante demasiado tiempo había impuesto la distancia, y se unían en el abrazo que habían soñado.
Las nubes más hermosas jamás contempladas adornaron un cielo
de fondo gris, rojo, azul. Ellas fueron testigo de las primeras miradas. La
lluvia, regalo de los dioses del Olimpo en aquel invernal instante del noveno
día de las calendas de febrero, engalanó un escenario grávido de detalles de
ternura, de afecto, de cariño y de pasión. Una adoración universal que forjó
una escala in crescendo de un sentimiento recién nacido que se convirtió en
idólatra necesidad. “Si así ha de llover,
por favor, que no escampe”, se dijo a sí misma entre poco disimulados
sollozos.
Y después del día primero, llegó el segundo. Y el tercero. Y
otro más. Y pasó el tiempo. Pero la llama que nació creyendo ser para siempre, se
apagó. Y luchaste contra viento y marea. Lo intentaste con todas tus fuerzas. Te
prometiste a ti misma que nadie podría reprocharte no haber tratado de mantener
vivo aquel fuego que nació con aquellas otoñales aguas de invierno. Pero tus
ruegos, tu llanto, tu pena y tus lamentos no alcanzaron la elevada cumbre que
anhelaban tus deseos. Sin haber perdido contienda alguna, te sentiste
derrotada. Rendida. Aquel cruel campo de batalla había devorado los restos de
un querer que siempre te perteneció. Eso pensaste. Eso creíste.
Y hoy, aunque sigues pensando que quizás aquel que se perdió entre las tinieblas de un inmerecido adiós volverá, aunque el dolor alcanza lo más recóndito, lo más profundo y lo más
oculto de tu alma, aunque sigues llorando su adiós, aunque maldices tu
existencia, que no la suya, sabes bien que sanarás. Desfilabas con paso firme, completamente erguida, aquella noche en que lo abrazaste. Después, tropezaste un día. Pero hoy sé que volverás a
caminar. Mirando al frente. Como debe ser.
domingo, 7 de octubre de 2012
EL CABALLERO, LA DAMA Y EL CAPITÁN
Sonaban siempre las mismas canciones. Era una rueda infernal
de acordes que se descomponían, se transformaban y se convertían en los amargos
recuerdos que traían a sus pensamientos las dolorosas noches de ausencia de la
amiga. Aquella amiga que describían con maestría los grandes autores del
Quince. Amiga inalcanzable. Amiga intocable. Amiga imposible. El sufrir de
aquel caballero medieval que juraba por su honor que volvería a intentarlo. Y
ansiaba unos labios que se alejaban con el paso del tiempo; que extrañaba, pese
a no haberlos saboreado jamás; que recordaba porque en sueños inverosímiles imaginó
utópicos escenarios de pasión. Pero aquellos labios carmesí vivían cautivos en
el noble corazón de un hombre instalado en la señorial cúspide aristocrática.
Aquella noche, en un instante de debilidad, de bajeza de
espíritu, de ruin pensamiento, el caballero, provisto de espada y armadura,
desafió a la suerte, al destino y a la muerte. Sin lamentos, sin llanto, con
odio y con desprecio, invocó al ángel negro, al maligno, y le ofreció el alma
del capitán Estrada a cambio del corazón de la dama, a la que amaba en plañido silencio.
Un silencio eterno. Un silencio perfecto que acompañaba al caballero, a su tensa
y perpetua soledad, y a su inquieta espera. Una espera que se convirtió en
calma, en paz, en un sosiego que trajo en volandas aquellas canciones, las de
siempre, que volvieron a resonar en su interior justo en el momento en que una
luz cubrió su rostro, primero, su cuerpo, después, y el oscuro espacio
empedrado sobre el que se arrodilló a continuación. Y clamó al cielo. Rogó, suplicó,
imploró. Y pidió a Dios olvidarla. No volver a ver jamás aquella sonrisa plasmada en
el más bello rostro creado por el supremo universal. No sentir el reflejo
enamorado de aquella divina mirada que vivía cautiva en cárceles de desamor. Y,
como Manrique, deseó aquella preciosa escala dorada, que un día sirvió para que su voluntad se
quebrara al quedar “en vuestro poder
cautivo”, para acercarse al firmamento y contemplar así cada una de las
estrellas que adornaban la majestuosa bóveda celestial, y recobrar así la
libertad.
domingo, 16 de septiembre de 2012
IMPOSTOR PRÍNCIPE ENCANTADO
Ojos arrasados de una tuareg (Mikel Barrero) |
lunes, 10 de septiembre de 2012
LA PRINCESA SIN TRONO
Magnífica fotografía del artista donostiarra Mikel Barrero |
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Chafardero, ra (del cat. xafarder)
1. adj. Chismoso, cotilla
Chismoso, sa
1. adj. Que chismea o es dado a chismear
Cotilla
2. Persona amiga de chismes y cuentos
Chismear
Traer y llevar chismes (noticias que pretenden indisponer)
Chisme (Quizás del latín cimex, 'chinche')
1. m. Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna.
viernes, 24 de agosto de 2012
EL LIBRO DE BUEN AMOR Y LA MUERTE
¡Ay, Muerte, muerte seas, muerta e malandante!
Mataste a la mi vieja, ¡matases a mí ante!
Enemiga del mundo, que non has semejante,
de tu memoria amarga non hay quien no se espante.
Muerte, al que tú hieres llévaslo de belmez
al bueno e al malo, al noble e al refez
a todos los igualas e llevas por un prez
por papas e por reyes non das una vil nuez.
Non miras señoríos, deudo nin amistad,
con todo el mundo tienes continua enemistad,
non hay en ti mesura, ni amor, ni caridad,
sino dolor, tristeza, pena e crueldad.
Es este un fragmento del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita. La intención del autor no es otra que demostrar que la muerte nos llega a todos por igual, que no hace distinciones de ningún tipo. Da igual cuál sea nuestra condición social, económica, política o personal. A todos nos llega la hora.
Hace algunas noches tuve ocasión de cenar con unos amigos. La tranquila conversación inicial se convirtió poco a poco en discusión pluritemática donde cada uno pudo defender, incluso con vehemencia, su punto de vista. Una de las cuestiones debatidas versó en torno al misterio de la muerte. Después de cuatro horas de intensa charla y pese a que intentamos descubrir el origen de la vida, y de todo, acabamos volviendo a casa sin encontrar la Gran Explicación. ¡Seguiremos buscando!
Mataste a la mi vieja, ¡matases a mí ante!
Enemiga del mundo, que non has semejante,
de tu memoria amarga non hay quien no se espante.
Muerte, al que tú hieres llévaslo de belmez
al bueno e al malo, al noble e al refez
a todos los igualas e llevas por un prez
por papas e por reyes non das una vil nuez.
Non miras señoríos, deudo nin amistad,
con todo el mundo tienes continua enemistad,
non hay en ti mesura, ni amor, ni caridad,
sino dolor, tristeza, pena e crueldad.
Folio 3º del manuscrito T del Libro de Buen Amor |
Hace algunas noches tuve ocasión de cenar con unos amigos. La tranquila conversación inicial se convirtió poco a poco en discusión pluritemática donde cada uno pudo defender, incluso con vehemencia, su punto de vista. Una de las cuestiones debatidas versó en torno al misterio de la muerte. Después de cuatro horas de intensa charla y pese a que intentamos descubrir el origen de la vida, y de todo, acabamos volviendo a casa sin encontrar la Gran Explicación. ¡Seguiremos buscando!
domingo, 19 de agosto de 2012
CUANDO LLEGA EL FINAL
Domingo, 19 de agosto de 2012. Son las 11:30 h. Sé que es ley de vida. Sé que se nace y sé que se muere. Sé que no queda otra: morir es consecuencia de haber nacido. Sé que es absurdo mantener artificialmente la vida de alguien que ya sin remedio se va. Sé que es inevitable y que posiblemente la muerte es la mejor salida. Pero no por ello podemos dejar de sentir una profunda tristeza cuando esperamos el final de los días de un ser querido. Aquella luz que un día se encendió, hoy se está apagando.
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Jueves, 23 de agosto de 2012. 17 horas. Llegó la hora. Se apagó su luz. Y pese a todo, como decía Rabindranath Tagore, "cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando".
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Un amigo, Alberto García, me ha ayudado a encontrar unas palabras de Manuel Moyano que dicen así:
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Jueves, 23 de agosto de 2012. 17 horas. Llegó la hora. Se apagó su luz. Y pese a todo, como decía Rabindranath Tagore, "cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando".
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Un amigo, Alberto García, me ha ayudado a encontrar unas palabras de Manuel Moyano que dicen así:
"Ya no hay nada que hacer", escuché que decía el médico mientras su mano cerraba suavemente mis párpados. Al principio, tan solo vi oscuridad. Luego, en mitad de la negrura, se abrió un largo túnel: desde su otro extremo me reclamaba una intensa luz blanca. "Así que eso es el Cielo", pensé mientras me deslizaba, como si flotase, entre sus paredes húmedas y turgentes. Una extraña felicidad me invadió. Sin embargo, cuando llegué al final del túnel, lo que encontré no fue un mundo maravilloso, sino otra habitación de hospital. Un gigante me había agarrado de los tobillos y, sosteniéndome boca abajo, golpeaba con fuerza mi trasero. Indignado, intenté pronunciar algún exabrupto, pero de mi garganta no salieron palabras: solo un chillido de recién nacido.
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